El aprendizaje de una lengua diferente a la materna nos permite desarrollar habilidades cognitivas, además de diversas oportunidades de crecimiento personal y profesional; razón de peso para entender la importancia del bilingüismo. De hecho, comunicarnos en más de una lengua representa un desafío para el cerebro que lo fortalece y ejercita, cuyos beneficios repercuten en la edad adulta.
Hoy sabemos que el hemisferio izquierdo tiene a su cargo los procesos lógicos y analíticos, el derecho se encarga de los procesos emocionales y sociales, pero ambos necesitan del lenguaje para desarrollarse, en este sentido aprender un segundo idioma en la niñez es más sencillo, ya que el nivel de adaptabilidad cerebral permite que se usen ambos hemisferios hasta convertirse en bilingüe, desarrollando un equilibro racional y emocional.
Tras el aprendizaje de una segunda lengua, las palabras no se ven de la misma forma, es decir, las palabras bilingües se procesan más rápidamente que las pertenecientes a la lengua materna porque al leer existe una influencia del segundo idioma sobre el nativo; esto nos deja ver que se desarrollan mecanismos paralelos que ayudan a controlar las dos lenguas con el fin de activar ambas palabras en el cerebro y, al final, seleccionar el idioma aplicable en el momento, evitando interferencias en la comunicación.
En un cerebro bilingüe, la materia gris que resguarda la mayoría de las neuronas se densifica provocando más actividad cerebral, lo que implica usar más partes del cerebro para entender estímulos de diferentes maneras, en consecuencia, se tiende a tomar decisiones más racionales a partir de la información recibida. Esta actividad sería un factor de protección ante el deterioro cognitivo, ya que puede retrasar enfermedades neuronales.
De igual manera, a lo largo de la edad adulta, fomenta la capacidad de focalizar la atención en información relevante y descartar la que no lo es; es decir, concentrarse en un objetivo, lo que permite realizar tareas exitosamente en menos tiempo.
Ser bilingüe no garantiza ser más inteligente, pero sí es un reto para el cerebro y marca una diferencia de funcionamiento, lo que permite ventajas profesionales y protección de enfermedades futuras al tener un cerebro más sano y activo.